sábado, 24 de abril de 2021

2000 marcadores neón iluminan danza del caos

                          Por Salvador Medina Barahona


Fotos: © Frank Málaga


Leo se sube a la «colita» de PRISMA 9

Corre el año 2020 y una pandemia atroz atenaza al mundo. Estamos en un punto de inflexión y los artistas tienen el mejor caldo de cultivo para crear dentro del confinamiento severo. Ximena, Analida, Alicia y Stephanie, directoras y productoras de PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, bregan contra todo pronóstico, no se amilanan, y lanzan una convocatoria extraordinaria para lo que, tras bastidores, bautizaron como la colita de PRISMA (9ª edición).

A las 4:30 p. m. del sábado 17 de abril de 2021, con la Ciudad del Saber como aliada, se impusieron a toda adversidad:

«Hoy presentamos los trabajos de las artistas creadoras seleccionadas a través de una convocatoria lanzada durante el confinamiento [...]. Nos sentimos agradecidas de haber podido culminar, aunque con varios meses de atraso, este proyecto con una presentación abierta al público». El ahora consolidado proyecto ha sido nombrado SOLOS³ (solos al cubo).

En este grupo selecto se encuentra la creadora e intérprete italiana Eleonora Dall’Asta, «Leo», radicada en Panamá desde hace 20 años, quien postula el unipersonal DAAD, «una pieza que toma en consideración el espacio, el cuerpo suspendido y el ambiente sonoro para generar un estado anímico de calma...».

Para la fundadora de La tribu performance, primer colectivo de circo contemporáneo de Panamá, 2020 ha sido, pese a todo, un año de logros: aparte de subirse en la colita de PRISMA, obtuvo una Maestría en Circo Contemporáneo de la Universidad de Estocolmo. Un nuevo hito, pues, en su carrera, de quien se ha formado en la Escuela Nacional de Circo de Londres y no olvida sus inicios en la danza, bajo la instrucción de nuestra recordada Vielka Chú, quien fuera, además, gran colaboradora de este festival.


La concepción de DAAB

DAAB, que también puede leerse De A a B, habla de la distancia de un punto A a un punto B, «pero de manera infinita», puntualiza Leo en entrevista del 4 de febrero de 2021, vía Instagram.

«La pieza nació en plena pandemia en un momento muy frustrante para mí. Extrañaba mucho el mar. Me encerraba en el estudio a trabajar algunos elementos (nunca tengo nada concreto, pero siempre estoy trabajando en algo potencial), hasta que apareció la convocatoria. Y como extrañaba el mar, quise hacer algo relacionado con él. Empecé a buscar objetos que tuvieran que ver con suspensión y me sonaran a mar. Un día encontré en el estudio cajas y cajas de marcadores neón, que utilizaba mi Compañía, La Tribu Performance, para hacer sus famosas Neón Partys. Estos habían sido reciclados por más de 10 años. Los lancé al piso y me sonaron a mar. En DAAB mi movimiento se ve muy afectado por las formas que generan estos marcadores, por el paisaje sonoro que ellos crean. Utilizo la suspensión porque es mi trabajo y uso un arnés de pecho para moverme en el espacio», puntualizó.

Los marcadores «construyen y destruyen constantemente». DAAB «analiza la distancia como un punto de exploración de un cuerpo que construye y destruye, un cuerpo que sabe estar en silencio y descubre espacios pequeños e íntimos en medio del caos, un cuerpo que revienta como una onda expansiva y se retrae como el mar desvaneciendo las fronteras entre la forma y el espacio», reza la reseña de presentación del unipersonal.



Estado emocional del momento y pautas de acción

«Todas mis piezas hablan de mi estado emocional del momento. Es inevitable. En esta en particular busco sobre todo flotar encima del caos. Un caos que se ha generado a nivel mundial, un caos pandémico, político, humanitario, cultural... Busco un poco una sensación de paz... Ese es mi propósito», confiesa Dall’Asta.

«Desde hace un tiempo vengo trabajando esto de improvisar en escena siempre. A ver, la improvisación igual se ensaya; pero en mis piezas no existe el 5, 6, 7, 8. Mis piezas son acciones que se desarrollan en el momento. Es imposible, por ejemplo, coreografiar 2.000 marcadores en el piso y saber cómo se van a mover. Lo que sí tengo, obviamente, son pautas de acción. Pero el conteo no es para mí; aunque lo intenté en el pasado. Para mí es un alivio no contar en escena. Sé que también es un riesgo porque uno así no puede ejercer el control absoluto sobre lo que pase. Lo que exige estar (muy) presente en escena. ¡Estar allí! ¡El cuerpo está allí! La idea es que el cuerpo sea real (auténtico) en ese momento».


DAAB en el Gimnasio Kiwanis de Ciudad del Saber


«El orden es un caos en reposo».

                    J. M. Caballero Bonald



En un recinto cerrado y con el peso de la mirada de los espectadores presenciales (la puesta en su conjunto también fue transmitida en vivo) la intérprete se halla en el piso, entre dos columnas de marcadores neón predominantemente amarillos. Los movimientos iniciales son lentos, pendulares. Viste atuendo caqui: pantalón, suéter manga larga, mascarilla. El torso protagoniza el atrás y adelante, a un ritmo del que van surgiendo movimientos robóticos sutiles, aupados por la música programática.

Esta propuesta sonora de Marissa Chapman un poco hace recordar escenas del largometraje Siete años en el Tíbet, dirigida por Jean-Jacques Annaud, con las actuaciones de Brad Pitt y David Thewlis, donde la música de trompetas tibetanas concita a un estado de meditación profundo, y que en la pieza también se produce ―si se permite la analogía, en medio del flujo danzario.

El cuerpo va gradualmente intensificando el movimiento, en un crescendo comedido entre las dos columnas de marcadores que se perciben ordenados en sendas masas compactas. Luego surgen las primeras señales de suspensión, hasta que este se hace ver flotando en el espacio que el tiro de la cuerda, en ese instante, le permite abarcar.

Conforme la pieza avanza la fisicalidad se va haciendo más compleja, aunque sin alardes. La música o la propulsa o bien da fe de ello. Giros retadores de la gravedad. Sonidos de mar. El cuerpo va invadiendo el orden de los marcadores y lo va rompiendo con los pies; deconstruye esas dos columnas de cientos y cientos de ellos.



La moción gravitacional del cuerpo demanda y lleva a que este adquiera más cuerda, y, por lo tanto, mayor libertad de desplazamiento. Bajo giros impredecibles, pataditas y gateos, se va desbrozando aún más la ya amorfa y dispersa masa de marcadores que, en el acto, generan ruido, al friccionar con la superficie de linóleo negro, y, más afuera, con la madera amostazada del suelo del Gimnasio Kiwanis de Ciudad del Saber. «Muchos de los sonidos provienen de objetos que utilizo en escena», nos había advertido Leo.

El espectador tiene la impresión de estar viéndola gravitar en el espacio, como una astronauta que lleva su anatomía al límite, tratando de exceder las fronteras y alcanzar lo que está más allá y no se ve.

Sonidos de percusión le imprimen un nuevo dinamismo al solo. El cuerpo se eleva en suspensión. En este punto no toca el suelo. Luego lo retoma, lo re-toca. La música es ahora el pálpito de un corazón gigante que late dentro de una especie de eco marino, o de una ola mayúscula que opera cual atmósfera protectora y/o recinto de abandono, colapso, paroxismo.

Ha cobrado una vida propia el cuerpo, esto es, lejos de los dictados conscientes de la mente. La intérprete parece rebotar en un líquido amniótico que inunda a su vez el vientre de las aguas que oímos, y estar segundos después al filo de una cascada poderosa. La composición, acierto de Chapman, libera relajantes trinos de pájaros, señales alentadoras de que se ha salido a la superficie luego de una profunda inmersión. Al cabo, uno parece haber presenciado el tránsito de ese cuerpo ya no solo de A hasta B, como lo quiere el plan de acciones, sino de un elemento a otro. Del aire al agua. Y del agua a la tierra. El fuego, en llamas de distintos tamaños, ha estado en medio de todos, y ha sido el mismo cuerpo en combustión, así como los cientos de marcadores neón, estrellas refulgentes en el suelo.





Unipersonal hecho a conciencia

Los trabajos de Eleonora Dall’Asta se caracterizan, y esta no es la excepción, por un alto grado de entrega y dificultad, sin que la técnica salga a relucir como mero ejercicio gratuito, exhibicionista. Antes bien, aunque de suyo está allí, es la técnica un resorte casi imperceptible, sello de una ejecución que no pocas veces roza la maestría.

DAAB cumple con solvencia sus objetivos de acción motriz, y más. Nos lleva por un viaje del orden al caos y de este otra vez al orden. Con la posibilidad de seguirlo reproduciendo ad infinitum. De un punto A (orden) a un punto B (caos), Leo se mueve en la matriz del vértigo y la calma.

El suyo es un unipersonal hecho a conciencia, resuelto con altos estándares de improvisación que le imprimen una cercanía imantadora y generan en nosotros emociones dirigidas perdurables, cifradas en el triunfo del momento presente.


Ficha técnica

CREADORA E INTÉRPRETE: Eleonora Dall’Asta

CREADORA DEL SONIDO: Marissa Chapman


Este blog lo edita Salvador Medina Barahona con el apoyo de



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