jueves, 15 de octubre de 2020

el PLANETA «Pasionaria»

Foto: Alex Font 


I

Danza del hielo, hechizo de luz

Por: Brígida Tobón


¿Por qué hace doler el alma y deja esa sensación de vacuidad? ¡¿Por qué?!

¿Acaso es Bach, con las pasiones de san Juan y san Mateo que introducen y finalizan la obra, lo que arrebata? ¿Acaso son los ojos, tan llenos de belleza y perfección por la coreografía, lo que inmoviliza?
La danza existe como perpetuo punto de fuga, según Siegel. En el momento mismo de su creación desaparece. Todo aquello que conlleva la construcción de un espectáculo se esfuma en el momento de su materialización. Ningún otro arte es tan difícil de atrapar, tan imposible de mantener.

Con Pasionaria, de la compañía española La Veronal, es difícil plasmar en palabras lo que sucede en el espectador, porque es más que un performance de danza que captura y se esfuma: Pasionaria lo induce en un estado de hipnosis, en un trance que lo sumerge en una melancolía poética, desde donde no se puede salir más, pues es inolvidable. Y sin olvido el fin no existe.

El montaje, con dirección y coreografía del valenciano Marcos Morau, fue presentado de forma virtual la noche del 14 de octubre dentro del marco del PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá 2020.

Marcos Morau estudió Coreografía en el Institut del Teatre de Barcelona, en el Conservatorio Superior de Danza de Valencia y en el Movement Research de Nueva York. En 2005 creó La Veronal con el objetivo de persistir en la exploración de nuevos soportes expresivos y referentes culturales -cine, literatura y fotografía- y crear un nuevo lenguaje narrativo.

En Pasionaria, el telón se abre para dar cabida a un cuadro de luz donde deambulan ocho bailarines durante casi hora y media. Ellos, aun siendo autómatas, cuestionan sin emoción al espectador a través de su particular lenguaje gestual llamado Kova (que ha sido inventado por la misma compañía) sobre el futuro de la humanidad, cada día más esclavizada a las nuevas formas de tecnología. El hombre se ha convertido en un ente frío, mecánico y centrado en sí mismo, sin empatía ni ilusión por nada. Los bailarines son habitantes del Planeta «Pasionaria», donde se ha perdido la pasión, «las relaciones humanas se han vuelto vacías y se repiten patrones sin emoción».

Como dice Morau, «Pasionaria coloca imágenes arrancadas de nuestra más cruda realidad en convivencia con otras de profunda abstracción en el escenario. La literalidad y las formas narrativas pierden su línea recta para diluirse en imágenes. Imágenes que se afirman, sin bordes, sin marcos, construidas a partir de un juego de imaginación de este planeta, de este universo que, pareciéndose mucho al nuestro, es otro».

Max Glaenzel crea una escenografía precisa, la que podríamos llamar perfecta, compuesta por una escalera en forma de ele (L) que desciende hasta un vestíbulo en cuyo centro hay un largo sofá capitoné, franqueado -el vestíbulo- por puertas en ambos laterales; como elemento destacado, un teléfono contiguo a una de ellas; y, finalmente, un gran ventanal al fondo por donde se proyectan una catástrofe lunar, nubes, lluvia de perseidas o simplemente estrellas. Todo es de un color neutro, casi gris. Todo se abre: el sofá, los escalones, los huecos de rejilla de la pared.

El cuerpo de los bailarines es el verbo que llena vacíos, que construye oquedades para que germine la metáfora. La narración dancística se apoya en solos, dúos y coreografías grupales precisas, todo curado desde una exactitud milimétrica donde reina un ambiente de ausencia de conexión entre los intérpretes, que no se miran, ni se perturban por los estímulos que suceden. Solo una bailarina, interpretada por Sau Ching Wong, una Coppélia futurista, ataviada con una máscara que la vela, danza por instantes retazos de humanidad, inquietándose por lo que acaece, tratando de conectarse con los otros, buscando rescatar a sus compañeros y a ella misma de la gélida insensibilidad predominante.

Con movimientos impolutos y sofisticados, que hipnotizan y subyugan, los bailarines ejecutan de manera magistral la coreografía. Es pura magia. Todo ocurre: se deslizan como babosas, flotan, se alargan como serpientes prehistóricas, se esfuman, se aumentan en grandes esferas, acarrean cajas de cartón que son nidos de los que brotan y se desintegran bebés fantasmas, portan vientres que se inflan de luz entre la oscuridad, encarnan cuerpos paralíticos con múltiples piernas y brazos -como concebidos en el útero de una pintura de El Bosco-, o son personajes que expelen humo y combustión.

Igual de impactante es la composición sonora, que oscila entre las superbias notas de las pasiones de Bach y el chillido testarudo de la música electrónica, pasando por la versión vanguardista de un Claro de Luna de Debussy, o los tradicionales valses de Strauss; todo ello buscando apuntalar mas y más el vacío emocional, mensaje de la obra.

En conclusión, Pasionaria es filigrana perfecta, bordada con precisión, para que, al verla, el espectador se tenga que preguntar: ¿Por qué me duele el alma y tengo esta sensación de vacuidad? ¿Por qué?... y entonces, cuando se cierre el telón, no le quede más remedio que sentir lo que dijo alguna vez el ex primer ministro japonés Junichiro Koizumi: «Es maravilloso. Es tan emocionante que se me llenan los ojos de lágrimas. Es extraño, pero supongo que eso es alegría».



II

¿Seremos solo una imitación de lo que fuimos?

Por: Álex Mariscal

Pasionaria, la pieza que este 14 de octubre presentó vía virtual PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá 2020, me tomó de sorpresa. Si hubiese leído el programa o visto el trailer antes de sentarme frente a la pantalla de mi computadora, hubiese preparado mis pop corns, mis nachos con queso fundido, y mi gaseosa roja.

El espectáculo de la compañía española La Veronal me sorprendió no solo porque al inicio se dibujó un rectángulo luminiscente que semejaba una pantalla de cine, sino porque, a través de ese gran marco, los ejecutantes en la semipenumbra alumbraban con linternas, descendían y ascendían en secuencias que detonaban en mi imaginario películas silentes.

También lo hizo por la arquitectura de la casa con escalera a un primer alto, y no un linóleo, como es común.

En suma, la música, los efectos especiales, el movimiento, los niveles, el vestuario, y los otros elementos ensamblados me hicieron pensar: «¿Es esto una película de suspenso?»

Luego de un rato, me olvidé de los pop corns y comencé a analizar los múltiples recursos que articulaban esta compleja y muy completa pieza:

La sensación visual es la de una fotografía en movimiento, en que la moción de los ejecutantes progresa desde la reminiscencia del robot dance, pero en un espacio más cotidiano, más doméstico, y con ritmo mucho más denso. Luego se abren nuevas secuencias más naturales, pero que contienen también ese sentido de break dance de movimiento-pausa; caída-tensar-soltar.

Por otro lado, los personajes (bailarines-actores), vestidos futurísticamente, crean secuencias de convivencia entre la planta baja y el ascenso o descenso de un nivel a otro; mientras descubren, recogen y guardan en cajas muñecos (¿niños?), llaman por teléfono, reciben visitantes, se encuentran, se desencuentran, siempre indiferentes el uno del otro.

Además de la música que abre operísticamente, otro detalle que descuella es el de los efectos especiales. Entre ellos, anoto el paisaje que se deja ver a través del ventanal, detrás de la escalinata: una imagen del cielo. Yo logré ver estrellas, constelaciones; y una luna loca enorme que subía y bajaba: estoy casi seguro de que los personajes también la miraban atónitos.

Al escribir esta nota, después de buscar información en la Web, mi expectación no disminuye. Sin embargo, creo comprender mejor por qué esta pieza es una fina articulación de varias disciplinas. La ha creado un artista integral, Marcos Morau, coreógrafo, fotógrafo, y máster en dramaturgia.

En la página Web de esta compañía se afirma que Pasionaria trata sobre «seres similares a nosotros, perfectamente diseñados para imitarnos». En la dramaturgia mundial, ya directores como el ruso Meyerhold se habían dedicado a explorar, en escena, la posibilidad de un ser humano mecanizado frente a la industrialización. Meyerhold creó su visión de una escena: «la biomecánica»

Posteriormente, a muchos otros artistas les ha preocupado, frente a las múltiples y contantes rupturas históricas, qué será del futuro del hombre.

Esos últimos siete meses de confinamientos pandémicos, la gente ha invadido las redes con vaticinios sobre experimentos mundiales con el fin de controlar cibernéticamente la raza humana. Pues Pasionaria nos cae a pelo para reflexionar.

¿No hemos nosotros dejado de acercarnos? ¿No será que los vaticinios temerarios serán ciertos y, en algún momento futuro, pasaremos uno al lado del otro sin experimentar afecto alguno? ¿Nos convertiremos en las máquinas donde ocultamos todas nuestras acciones, nuestros gestos y nuestros momentos más importantes? ¿Solo nos comunicaremos con emoticones por redes? ¿Reduciremos nuestra movilidad y nuestras acciones al minimalismo robótico?

¿Seremos solo una imitación de lo que fuimos, sin abrazos afectivos y sin pasión en la mirada?



III

Un baúl abierto de mensajes subliminales

Por: Paulette Guardia

Solo faltaba que fuera luna llena la noche del miércoles 14 de octubre para sintonizarnos con el asombroso imaginario de Pasionaria.

Una vez más hemos tenido el placer de disfrutar de una pieza de la compañía española La Veronal gracias a PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su novena edición. Su primera visita a Panamá fue en 2016, como compañía invitada, durante la quinta edición de esta fiesta de la danza. En aquel entonces, el público panameño fue deleitado con Russia, una impresionante puesta en escena en el Teatro Anayansi del Centro de Convenciones ATLAPA.

Pasionaria fue estrenada en 2018 y es una creación de Marcos Morau, director de La Veronal, que cuenta con un talentoso equipo de artistas dramaturgos, diseñadores, vestuaristas, además, por supuesto, de un admirable elenco de bailarines.

Cuando empieza a correr la obra, uno, como parte de un público anónimo y virtual, se pregunta: «¿será que estamos frente a una recepción de oficina durante los años ochentas?»

Pero de lo que no cabe duda es que se trata de un lugar cotidiano, donde acontece un extraordinario, espectacular y a la vez misterioso evento.

Tonos pasteles con matices de gris permean la admirable escenografía y vestuarios, sumersos en una música tan particular que nos remonta a lo que bien podría ser una escena de ciencia ficción.

Hay una luna llena en esta historia, que pareciera ser la causante de una impredecible secuencia de movimientos en los bailarines (o androides), que se nos transmite como comportamientos impulsivos y emocionales.

En el ir y venir, subir y bajar de estos personajes por el escenario, generan interacciones entre dos o tres, cuando no entre todos, como sustento de la dramaturgia. Sugieren tener como objetivo proteger a los bebés que «van apareciendo», y recibir cajas que van llegando, cual mensajería.

La calidad de movimientos de La Veronal es suprema. Y en Pasionaria es particularmente impresionante, ya que los ocho bailarines asombran por la destreza que tienen en construir de manera repetitiva movimientos tan abstractos y breves como profundos, durante la hora y diecisiete minutos que dura la escenificación. Ese código de movimientos posiblemente nace de una investigación en la técnica Kova, que la compañía ha desarrollado e implementa en sus obras.

Pasionaria pareciera querer mostrar un baúl abierto repleto de símbolos y mensajes subliminales sobre la humanidad. Quizás sea un cuestionamiento sobre su futuro: ¿cuánto más dejaremos que la tecnología intervenga en nuestras interacciones como seres humanos y en nuestro entorno natural, hasta el punto de reemplazarla? 


FICHA TÉCNICA

País: España

Categoría: Compañía Invitada

Duración: 70 minutos

Idea y dirección artística: Marcos Morau

Coreografía: Marcos Morau en colaboración con los intérpretes

Asistente de coreografía: Lorena Nogal

Repetidora: Estela Merlos

Asesoramiento artístico y dramatúrgico: Roberto Fratini, Celso Giménez

Intérpretes: Àngela Boix, Chey Jurado, Ariadna Montfort, Núria Navarra, Lorena Nogal, Shay Partush, Marina Rodríguez, Sau-Ching Wong

Diseño de escenografía: Max Glaenzel

Diseño de vestuario: Silvia Delagneau

Diseño de sonido: Juan Cristóbal Saavedra

Diseño de vídeo: Esterina Zarrillo

Diseño de iluminación y dirección técnica: Bernat Jansà

Asistencia técnica y efectos especiales: David Pascual

Producción y logística: Cristina Goñi Adot

Dirección de producción: Juan Manuel Gil Galindo


Coproducción: Teatros del Canal (Madrid), Théâtre National de Chaillot (París), Les Théâtres de la Ville de Luxembourg (Luxemburgo), Sadler’s Wells (Londres), Tanz im August / HAU Hebbel am Ufer (Berlín), Grec 2018 Festival de Barcelona – Institut de Cultura Ajuntament de Barcelona(Barcelona), Oriente Occidente Dance Festival (Rovereto, Italia), Mercat de les Flors (Barcelona)

Con la colaboración de Graner – Fàbriques de Creació (Barcelona)

Con el apoyo de INAEM – Ministerio de Cultura y Deporte de España e ICEC – Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya

Video: Walter Bickmann / Tanzforum Berlin https://tanzforumberlin.de


Este blog es editado por Salvador Medina Barahona gracias al apoyo de





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