LINKt: esa búsqueda por la justicia
Por: Paulette Guardia
Cuando el activismo coexiste con el arte, todo tiene más sentido. Y es el activismo el ingrediente crucial que narra por medio de un lenguaje corporal la pieza de video danza LINKt, estrenada en Panamá el martes 13 de octubre de 2020, durante la novena edición (y versión virtual) de PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá.
La pieza ha sido conceptualizada, interpretada y coreografiada por Joy Marie Thompson y Sherah Shipman, ambas bailarinas independientes de danza contemporánea y egresadas de The Conservatory of Dance at SUNY Purchase, cuyos caminos se cruzan una vez más para generar una reacción de este distópico mundo, en esta puesta que no solo es un deleite visual, sino también una protesta social.
LINKt es un vínculo o una brecha... Es dos mujeres: una negra y una blanca, ligadas por una banda elástica prendida a sus cinturas, que demuestra la lucha por las diferencias de privilegios.
No es inusual el uso de objetos potentes en los trabajos de Thompson y Shipman, como es el caso de la pieza TONGUE TIED SHREWS (2018), en la cual ambas bailarinas danzan sujetando con sus bocas una banda elástica más pequeña.
En la primera parte de LINKt, ambas bailarinas visten de blanco, una adaptación moderna de la vestimenta de la época victoriana, que complementa perfectamente con la locación donde se lleva a cabo la obra: techo alto, ventanales amplios, ladrillos grandes blancos y cremas sugieren perfectamente el contexto histórico y social.
A través del virtuosismo de su técnica, los cuerpos cuentan la historia de una pugna de poder. Cuerpos esculpidos y tan elegantes que desatan una serie de poesía visceral a través del objeto que las une. Se percibe el dolor y el conflicto de identidad entre la mujer negra y la mujer blanca; pero no solo por los gestos y la fisicalidad, sino también por los suspiros de desesperación que se integran como parte de una música minimalista que acompaña la puesta. Inesperadamente, por momentos los roles se cambian, lo que pareciera apuntar hacia un esperanzador final; en otros, se convierten en una sola mujer.
La mujer negra se libera del vínculo opresor. Sin embargo, el objeto que las unía pasa a ser en la segunda parte del video el símbolo de la injusticia y la represión que por años, tras la emancipación y lucha por los derechos civiles, han marcado a la población afrodescendiente. Thompson aparece con la liga enredada en su cabeza, y se puede percibir su clara protesta contra la supremacía blanca y el abuso policial, para lo que quizás ha tomado como referencia el caso de George Floyd. Se nota en este punto una variación en el tempo de la danza; los movimientos son más lentos y escultóricos. Las bailarinas, que en esta segunda parte visten llamativos leotardos anaranjados, alargan los momentos, sostienen posturas intensas que ayudan a que el espectador se introduzca aún más en la escena y sea partícipe de esa búsqueda por la justicia.
Confrontar la realidad de cómo el privilegio afecta a la gente, cuenta Thompson, es el mensaje que quiere transmitir con su obra, cuestionando, a su vez, raza y género. Y es en el final de la pieza, que cierra tan potentemente, donde su mensaje se transmite alto y claro. Las dos bailarinas proyectan y prolongan una escultura monumental en la que Shipman, recostada en el piso, sostiene con su pie la mano de Thompson, que sentada y cabizbaja busca cómo levantarse, cómo librarse del ahogo, cómo asegurar un futuro sin racismo.
Un retrato del pasado, reflejo del presente
Olympia, de Edouard Manet, es la imagen con la que inicia LINKt. Olympia, una mujer blanca, aparece desnuda, acostada, mientras una mujer negra, su esclava, le trae flores. El cuadro fue pintado en 1863, 15 años después de la abolición de la esclavitud en Francia. Aún así, la gente negra siguió siendo estereotipada y reprimida. Aunque ya han pasado 157 años, y se han logrado avances históricos importantes, queda en evidencia que todavía falta justicia y hermandad.
Atadas a la noche sin estrellas
Por: Brígida Tobón
Desde hace ciento cincuenta y siete años, una criada espera para entregarle a «Olympia» un ramo de flores en la pintura del impresionista Édouard Manet. La esclava negra observa a su ama blanca, con la timidez que inoculan las cadenas, mientras esta reposa desnuda, sensual y desafiante sobre sábanas níveas, que, por voluntad del pintor, también acogen a un gato negro casi invisible.
Con esta imagen que confronta el universo de lo blanco con lo negro comienza la obra LINKt. La mirada de la criada del óleo se une al presente en la negra mirada de una bailarina que deja ver la resolución y la valentía adquirida por una raza en más de un siglo de lucha y reivindicaciones. Ella mira al espectador inquisidora, lo increpa mientras carga en sus brazos a una bailarina blanca quien, desvanecida, completa la efigie de lo que podría verse como una «Pietà» a la inversa.
La pieza presentada en la cuarta noche de PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá 2020 es una creación interpretada y codirigida por las americanas Joy-Marie Thompson y Sherah Shipman, bailarinas egresadas de The Conservatory of Dance at Suny Purchase en la ciudad de Nueva York.
La temporalidad de la obra está edificada sobre dos tiempos claramente perceptibles por el cambio del vestuario y por la coreografía:
En el primer momento, las bailarinas vestidas de blanco, con prendas que se asemejan a la ropa interior de la época colonial, danzan atadas por el dorso con una liga naranja; mientras susurran a través del movimiento de los cuerpos, a veces unidos y otras separados, los vínculos entre mujeres interraciales, que desembocan en relaciones de poder, de codependencia, de dominación, de impotencia. Ellas danzan los abrazos y las distancias al compás de una respiración agitada, de una música lacerante y minimalista que se repite con estridencia para que ellas caigan y se levanten, para que se igualen y se enfrenten, para que se superpongan y se distancien, para que corran en círculo conservando su identidad de polos opuestos. Por momentos, las secuencias de danza son coordinadas y repetitivas, mostrando que lo femenino puede ser tan brutal como delicado.
Ataviadas con trusas anaranjadas iridiscentes y ya liberadas del lazo que las condena a ser siamesas, en el segundo momento cada una baila un solo para contar su propia historia de opresión y liberación. Mientras una de ellas baila, la otra, muy lento, enarbola el látigo-cadena. Hay relevo. Mientras la otra baila, una de ellas entierra su cabeza entre el enjambre de la soga-horca.
Es claro, entonces, que el vestuario, algo tan femenino, y los elementos escénicos se plantean como otro hilo narrativo, con el que se teje la cronología de la inexorable dominación y confrontación racial, perpetuada a lo largo de los tiempos, y que se resiste a desaparecer en la actualidad.
El espacio donde sucede el espectáculo está enmarcado por paredes de ladrillo y por ventanas ciegas que brillan pero que no reflejan. En la atmósfera del escenario vacío flotan las características de una basílica inmensa, que empuja al espectador a un total recogimiento; de manera que no altere el mensaje ni la percepción de lo que se transmite. Y por si acaso queda alguna duda, o un instante de extravío, el piso, que es espejo, duplica la imagen de dominación y de sumisión que es ahora danza.
La música extradiegética compuesta por Sadie Powers para esta obra fue creada después de la coreografía, sin que ello impidiera un ensamblaje perfecto. La partitura está escrita sobre un pentagrama de inhalaciones y exhalaciones, de sonidos afilados que torturan con la misma intensidad de la discriminación racial. Y esto es acorde al mensaje social que contiene el performance, el cual busca visibilizar los privilegios que tienen algunas «razas».
Al final, lo único que LINKt pretende es cincelar en el corazón del público lo dicho por Martin Luther King: «La humanidad no puede continuar trágicamente atada en la noche sin estrellas del racismo y de la guerra».
Este blog es editado por Salvador Medina Barahona gracias al apoyo de
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