Por: Félix Ruiz Rodríguez
Cuando Dios creó los cielos y la tierra, La llave maestra estuvo allí…
Qué grata sorpresa y espectáculo nos han regalado PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá y la compañía La llave maestra (una colaboración artística de Chile y España) que hechizó nuestros sentidos con la obra «Pareidolia», durante el segundo día de presentaciones virtuales.
«Pareidolia» fue más que juegos para activar la imaginación, fue -quizás- la poética de las formas. La puesta en escena, que se extendió por 70 minutos, logró materializar lo inasible y concluir con la metáfora de la vida absorbida por el buzón del tiempo.
Jeff Hawkins, en su teoría de memoria-predicción, explica sobre este fenómeno psicológico (Pareidolia) cómo una imagen es percibida como una forma reconocible. Pero, debo decirlo, lo que La llave maestra nos ofreció fue magia de las cosas. Nos hizo volver a ser niños y permanecer frente a nuestros dispositivos móviles y portátiles con el aliento en pausa y la nostalgia cavilando en el pensamiento.
«Nuestro trabajo es más cercano a la poesía que a la narrativa. Es más una dramaturgia poética que lineal», expresó el chileno Álvaro Morales, codirector de La llave maestra y autor de la pieza, en un conversatorio tras la presentación.
Cuando la programación del PRISMA indicaba que era una obra para verla en familia, no lo hacía solo por mercadeo. Todos deberían ver «Pareidolia».
En la grabación, al fondo, se escuchan las risas de niños, pero más las de los adultos. El hechizo de la aurora boreal que ingresó al recinto, pasando sobre el público hasta introducirse en el escenario, nos hizo a todos iguales, con la misma capacidad para reírnos, crear e imaginar. Nos llevó a la habitación donde la creación es.
Allí vemos de forma espectral cómo un manto luminoso se transfigura en corrientes acuosas y llenas de vitalidad que surcan un firmamento. Luego en olas, y estas nos arrojan a la humanidad en las arenas de la vida.
Sobre el proceso de selección de estas imágenes y conceptos, Morales cuenta que la gran mayoría de las imágenes surgieron de un laboratorio en el que trabajaron con los artistas durante cuatro meses, a los que siguieron cuatro meses más para pulir las escenas. «Fue una investigación del lenguaje. Se buscaba la manera de acercarnos a una creación, darles sentido a los objetos que traían un discurso en sí mismos», señaló.
En este trabajo pudimos ver muchas formas y significados: abrigos/ranas, bolsas/perros, palabras/cuerdas, pantalones/cantantes, una mano sin fin, y el ‘Lago de los Cisnes’ convertido en el ‘Lago de las Avestruces’. Todo esto y más, con un acompañamiento musical y un diseño de luces exquisito.
Definitivamente, «hay que ser como niños para entrar al reino de los cielos».
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