jueves, 22 de abril de 2021

t.ejer o metamorfosis de crisálida en una rampa

 Por Brígida Tobón

Fotos:© Frank Málaga

Una escalera de metal se amalgama con la pared que, de impoluto blanco, sueña con transmutarse en espejo. La escalinata llama al ascenso consciente que es inaccesible; señala el camino al cielo, aun a sabiendas de que del paraíso no existen huellas. La mujer dubitativa contempla ese universo de imposibilidad mientras la música de tubos soplados por el viento la empuja para que, sin mirar atrás, alcance una rampa que la llevará de espaldas a deconstruirse.

Así comienza el hermoso solo t.ejer, de la brasileña Carolina Figueiredo, presentado dentro de la iniciativa SOLOS³ (solos al cubo), de Prisma-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá y la Fundación Ciudad del Saber.

El performance llega a escena como respuesta a una convocatoria extraordinaria de creación, realizada por Prisma para bailarines panameños o residentes en el país, durante los meses de confinamiento a causa de la COVID 19. Las cinco piezas unipersonales seleccionadas fueron exhibidas el sábado 17 de abril de 2021 en el campus de la Ciudad del Saber y fueron simultáneamente transmitidas en vivo. 

Después de una década como bailarina clásica, Figueiredo empieza la creación de obras de danza contemporánea y performance utilizando la multidisciplinariedad y apoyándose en investigaciones de problemáticas socioambientales. Desde 2008 reside en Panamá, donde ha sido parte del Ballet Nacional, la Fundación Espacio Creativo, la Academia de Danzas Steps y PATACóN. En 2019 recibe el premio de mejor coreógrafa del World Ballet Competition por su obra R:espirazione.

En palabras de la misma artista, t.ejer «es una conversación entre la danza, la música, el video y la arquitectura, que cuestiona la idea actual de progreso». La pieza surge después de un proceso de investigación que comenzó con una serie de videos para hablar de espacios vacíos y abandonados, intervenidos con el cuerpo y utilizando recursos audiovisuales.

A partir de la convocatoria de Prisma, la bailarina se da a la tarea de mutar la idea primigenia para posibilitar que el cuerpo sea el único instrumento que narre, desde su verticalidad, la deconstrucción, hasta llegar a una circularidad que es habitada, como dice ella, por nudos, pausas, puntos y espacios.

El espectáculo es puro arte conceptual, interpretado con gran pulcritud y precisión.



Ataviada con pantalón negro, camisa y mascarilla de color carne, la bailarina danza yendo en ascenso, de espaldas, deslizándose por una rampa de cemento, mientras un pájaro la cruza y las ramas de los árboles la acechan. El movimiento del cuerpo que se alarga y se contrae es estremecimiento, vaivén constante, metamorfosis de crisálida que la obliga al final de la cuesta a retornar, a veces como mariposa y otras como muñeca de cuerda. Se cubre los ojos, se tapa la boca y continua en el descenso dejándose engullir por la oquedad debajo de la rampa. Entonces baila sobre un sendero imaginario, tapiz de hojarasca, que la conduce a campo abierto.

Ella prosigue en su deconstrucción al ritmo de la música que taladra, que es aullido de ciudad, que no la suelta. Rema en el aire como en convulsión; sus brazos no se cansan de bogar. Se suelta el cabello. Se libera de la mascarilla-mordaza. Espacio-cuerpo le pertenecen. Danza con ella misma. Gira y gira para construir el abrazo, para envolverse siempre con más fuerza.

La música se transforma en gotas, en las olas del mar que van aquietando todo paroxismo. Es el epílogo en la de/construcción de una nueva existencia, que derrumba la propia soledad para «t.ejer… verbo y minúscula, con pausa y permanente deconstrucción».

La música de Lutz Gallmeister es vehemente. Guía todo el viaje de la bailarina para desmontar el andamiaje de su condición de ser y así mostrar/demostrar(se) contradicciones y ambigüedades. El músico alemán recoge el bullicio que anida en las paredes: electricidad, tubos de agua, voces ocultas y sonidos industriales, para acompañar el diálogo que la danza hace con las memorias de un espacio, que es también el cuerpo de la artista. Los despojos sobreviven en el tiempo y los nuevos muros se sobreponen en silencio sobre las cicatrices, quedando solo el hechizo de la imagen del cuerpo en movimiento.


Al final, los espectadores de t.ejer han podido sentir lo que expresó Borges en su libro Ficciones: «Las cosas se duplican en Tlön; propenden asimismo a borrarse y a perder los detalles cuando los olvida la gente. Es clásico el ejemplo de un umbral que perduró mientras lo visitaba un mendigo y que se perdió de vista a su muerte. A veces unos pájaros, un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro».

Lo han podido sentir porque Carolina Figueiredo, a través de su danza, le insufló vida a una rampa moribunda, que yacía olvidada entre petrificados árboles de mango y lamentos de chicharras.


Ficha técnica

CREADORA E INTÉRPRETE: Carolina Figueiredo

ARTISTA DEL SONIDO: Lutz Gallmeister


Este blog lo edita Salvador Medina Barahona con el apoyo de



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